A muchos nos gusta saber que nuestra vida está bajo control para sentirnos bien a nivel emocional. Esta sensación favorece el sentimiento de seguridad. El problema viene cuando necesitamos control a toda costa y de manera urgente.
Esto causa malestar en nuestras relaciones, calidad de vida, familia y trabajo, y lejos de seguridad, lo que genera es una sobrecarga a nuestra salud física y emocional.
¿Qué es la necesidad de control? Es la urgencia desmedida por controlar aquello que le rodea, por ejercer un poder sobre todo lo que ocurre y actuar ante esas consecuencias. Querer controlarlo todo y no lograrlo crea preocupaciones constantes, ansiedad, irritabilidad, frustración, problemas, insatisfacción e infelicidad.
Varios factores influyen en este comportamiento: miedo a fallar y a equivocarnos, perfeccionismo, dificultad para expresar las emociones, ansiedad, falta de autoestima y confianza en uno mismo por situaciones pasadas de indefensión o descontrol desmedidos.
Lamentablemente, estas personas se convierten en esclavos de sí mismos y de sus miedos, transformando su vida y la de quienes los rodean en una tortura. Pretender controlarlo todo no nos garantiza que las cosas vayan a suceder tal y como las imaginamos. Tampoco que vayamos a lograr esas metas que nos hemos impuesto. Soltar el control es importante para aceptar las cosas tal y como vengan para no caer en la trampa de las expectativas y sumirnos en ilusiones que se quedarán solo en eso.
¿Qué podemos controlar? Nuestras acciones, actitudes, comportamiento, el esfuerzo para hacer las cosas bien, las reacciones ante las personas a las que tratamos, lo que hacemos a nuestro cuerpo y el rumbo de nuestra vida. Las circunstancias externas no, nuestra manera de responder a ellas sí.
El emperador romano Marco Aurelio afirmaba: «Si te sientes dolido por las cosas externas, no son estas las que te molestan, sino tu propio juicio sobre ellas. Y está en tu poder cambiar este juicio ahora mismo».
Esfuérzate en hacer lo mejor que puedas y evita controlar el resultado, soltar esa expectativa es soltar el control. Así podrás dedicarte a hacer lo que necesitas para tu bienestar.
¿QUÉ HACER?
1. Reconoce que es imposible controlar a los demás y que cuando lo intentas, puedes causar dolor tanto a ti como a ellos.
2. Deja a los demás cometer sus propios errores y tener su propia vida, aunque no te gusten sus decisiones.
3. Enfócate en ti, en tus actos, pensamientos y sentimientos.
4. Pregúntate a qué le tienes miedo, qué sería lo peor que podría pasar si no tienes el control sobre los otros.
5. Identifica los focos del temor. ¿Cuál es la amenaza? ¿Cuán reales son esos peligros sobre los que se debe tener el mayor control?
6. Aprende a gestionar las expectativas. Esperar que algo sea de tal o cual manera, prever lo que va a suceder puede frustrarte. Ábrete a lo venga, a lo que llegue, sin tener nada prediseñado.
7. Acepta que nada es 100 % seguro ni durará para siempre: eso permite conectarnos con el presente, disfrutar lo que hoy vivimos, sin querer predecir hasta cuándo durará.
8. El control no es más que miedo, ¡suéltalo! Es una emoción paralizante e ilusoria.
Benjamín Disraeli dijo: «Las circunstancias están más allá del control humano, pero nuestra conducta está en nuestro propio poder».
Aprende a soltar el control de las circunstancias externas y a dejarlo todo en manos de Dios, a quien realmente le pertenece para enfocarte en aquello que sí te compete manejar y que te ayudará a llevar las riendas de tu vida en forma sana, inteligente y eficaz.
AZAEL PITTI
CONSULTOR Y CONFERENCISTA
azaelpittibatista@gmail.com
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