¿Qué es la concupiscencia? Es una palabra que proviene del latín y significa ‘desear intensamente’. Es una batalla que se libra en el corazón humano. Se trata de una lucha interna entre el bien y el mal, la razón y el deseo. Entre la voluntad de Dios y la propia.

La concupiscencia es un deseo descontrolado que busca la satisfacción personal inmediata sin considerar las consecuencias morales, espirituales o sociales. Se manifiesta en diversas formas, desde deseo de bienes materiales a placeres mundanos. Un ejemplo es la codicia, en la que el deseo de riqueza y poder eclipsa la razón y lleva a la persona a actuar de forma egoísta y despiadada para lograr la satisfacción inmediata, sin importar las consecuencias para sí misma o para los demás. Es una realidad humana que nos acompaña desde nuestro nacimiento.

Es un desafío que afecta a todos los ámbitos de la vida. En la política, este deseo descontrolado puede llevar a los líderes a tomar decisiones egoístas que benefician a unos pocos a expensas de la mayoría. La corrupción, el abuso de poder y la falta de transparencia son ejemplos de cómo la concupiscencia puede socavar la democracia y la justicia social.

Aclaremos que no es lo mismo «tentación» que «concupiscencia»: la Biblia lo indica en Santiago 1:14-15.
Cuando alguien es tentado, que no diga que lo es de parte de Dios, porque Él no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie, sino que cada uno es tentado cuando es atraído y seducido por su propia concupiscencia. Esta, después que ha concebido, da a luz al pecado, el cual, siendo consumado, da a luz a la muerte.

No se considera pecado ser tentado por algo malo; de hecho, Jesús fue tentado, pero resistió. El pecado se da cuando nuestra concupiscencia, o sea, nuestro deseo descontrolado, nos hace morder el anzuelo y nos lleva lejos de donde nuestros corazones tienen que conservarse. Cuando la tentación nos llama, hemos de recordar que tenemos dos opciones: ceder o resistir. La decisión es nuestra.

La Biblia habla de que «la concupiscencia concibe», es decir, este deseo empieza como una semilla, un pensamiento lleno de deseos erróneos. Si accedemos a que las semillas de la concupiscencia broten, crecerán y serán muy difíciles de dominar. Pero, aunque es una fuerza poderosa, no resulta invencible. La lucha contra ella requiere un esfuerzo constante y un compromiso con el bien.

¿QUÉ HACER?

Ora pidiendo el éxito antes de empezar la lucha.
La oración te ayuda a situarte del lado de Dios en la batalla, y con una ayuda así, ¿cómo podrás perder?

Ayuna: esta práctica espiritual nos ayuda a controlar nuestros deseos corporales y a centrarnos en las cosas espirituales. Hacerlo nos permite poner a prueba nuestra fuerza de voluntad y nos ayuda a ser más conscientes de las tentaciones que nos rodean.

Toma medidas preventivas: cuida tus áreas vulnerables. Todos tenemos nuestro lado débil. Siempre habrá situaciones, estados de ánimo, lugares y tiempos que se prestan para atraernos o seducirnos y hacernos caer en la trampa.

Rodéate de amigos positivos: nuestros amigos y compañías pueden tener un gran impacto en nuestra vida. Por eso, es importante rodearnos de personas que nos apoyen y nos ayuden a crecer espiritualmente.

Cultivar la autodisciplina es crucial para superar la concupiscencia. Hacerlo ayuda a controlar nuestros pensamientos y acciones, y a buscar constantemente el perdón de Dios.

La lucha contra la concupiscencia debe darse todos los días, requiere esfuerzo, perseverancia y la ayuda de Dios. La recompensa por vencerla es la libertad, la paz interior y la unión con Dios.

Artículo escrito por: AZAEL PITTI
CONSULTOR Y CONFERENCISTA
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