Adán y Eva fueron los primeros habitantes en la Tierra que formaron una familia. «Y los bendijo Dios y les dijo: Fructificad y multiplicaos; y henchid la tierra y sojuzgadla» (Génesis 1:28). A lo largo del Nuevo Testamento vemos que Jesucristo mostró amor por los miembros de Su familia, especialmente por su madre.
Como observamos, la familia es sagrada y ordenada por Dios. Es la unidad más importante de esta vida y de la eternidad. Él estableció las familias para darnos felicidad, ayudarnos a aprender principios correctos en un ambiente amoroso y prepararnos para la vida eterna.
Tener una familia cimenta una buena educación, formación y valores. Aquí se construye la formación de la personalidad de cada miembro; es el pilar sobre el cual se fundamentan el desarrollo psicológico, social y físico del ser humano.
Es donde se nos enseñan las responsabilidades y obligaciones; donde actuamos con la mejor visión de nosotros mismos. Nos damos cuenta de los ataques que la familia está enfrentando actualmente: divorcios, ideologías, violencia doméstica, uniones libres, prostitución, delincuencia, abortos, eutanasia, etc.
Es un combo antifamilia en el que, por medios oficiales de comunicación o redes sociales, a lo bueno se llama malo y viceversa. Frente a eso, tenemos la responsabilidad de defender la sagrada unión familiar que Dios nos entregó y mantenernos firmes. «¡No le tengan miedo al enemigo! ¡Recuerden al Señor, quien es grande y glorioso, y luchen por sus hermanos, sus hijos, sus hijas, sus esposas y sus casas!» dice la Biblia.
La familia siempre será la principal formadora de valores, convivencia, civilidad, fe y de adquisición de una integridad personal incorruptible. Por tanto, hagamos de nuestros hogares un espacio donde se puedan vivir el amor, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado. Un hogar así es el ambiente más apropiado y natural para la formación de los hijos y de todos quienes lo integran en las virtudes y valores. Todas las familias son importantes.
Lucha primeramente por la tuya y luego sé familia para alguien más. Para alguien que necesite una hermana, un padre, una madre o un hermano. Hay quienes están esperando y necesitando una muestra de amor.
Nosotros ya hemos recibido el amor más grande, Jesús; ahora nos toca compartirlo con los demás.
¿QUÉ HACER?
1. Crea una atmosfera llena de alegría, diversión y risas en tu hogar. Todos pasamos momentos de tensión y presión, y tenemos desacuerdos, pero no permitamos que perduren.
2. Vive una vida que honre a Dios y seamos personas de integridad y excelencia en lo que hagamos.
3. Enseñemos a nuestros hijos, con el ejemplo, a administrar su tiempo y sus recursos. Ayudémosles a aprender la autosuficiencia y la importancia de prepararse para el futuro.
4. Bendice a tu esposa/o y a tus hijos cada vez que puedas, míralos a los ojos y diles: «estoy orgulloso de ti». Recuerda que ellos necesitan tu aprobación. Esto contribuye a la formación de su identidad.
5. Aprende a poner límites que garanticen seguridad y crecimiento propio en tus hijos. Esta etapa es muy importante para su aprendizaje y sus valores.
6. Nadie es perfecto, no hay familias perfectas, pero debemos dar paso al amor y al perdón. Haz de tu familia tu prioridad, defiéndela con firmeza. Esta lucha incluye a las generaciones actuales, pero también es una lucha que va más allá de lo que vemos, esto también es por aquellos que han de venir, por tus hijos, nietos, bisnietos, etc. Es una lucha bien grande de lo que nuestros ojos pueden percibir. Defiende tu familia a capa y espada, que Dios se encargará de ti.
Artículo escrito por: AZAEL PITTI
CONSULTOR Y CONFERENCISTA
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