Artículo escrito por: AZAEL PITTI
CONSULTOR Y CONFERENCISTA
azaelpittibatista@gmail.com
@azaelpitti_training
La frustración es una emoción universal que todos experimentamos en algún momento. Surge cuando menos lo esperamos o cuando enfrentamos obstáculos que parecen insuperables.
Aunque puede ser abrumadora, también puede constituir una oportunidad para nuestro crecimiento personal. Napoleon Hill, en su libro “Piense y hágase rico”, expresa: «Antes de que el éxito aparezca en la vida de cualquier hombre, es seguro que este se topará con muchas derrotas temporales, y quizá con algún fracaso».
Y es que antes de que el éxito aparezca en la vida de cualquier persona, es seguro que esta se encontrará con muchas frustraciones, y cuando estas se adueñan de él, lo más fácil y lógico que puede hacer es abandonar.
Cada cual tiene una reacción diferente a la frustración: unos lloran, otros gritan, otros vuelven a intentarlo, otros tiran la toalla, otros se victimizan o echan la culpa a alguien.
Pero, aunque experimentar la frustración nos haga sentir mal, no es algo negativo. Es una emoción muy importante, que juega un papel clave en nuestra adaptación al mundo y nuestra manera de relacionarnos con los demás. La frustración es una emoción completamente normal y humana. Todos la experimentamos en algún momento, y no hay por qué avergonzarse por sentirse frustrado.
De hecho, reconocer y aceptar nuestros sentimientos de frustración es el primer paso para aprender a manejarlos de manera saludable. Anthony Robbins nos enseña que la frustración es un signo muy positivo.
Significa que la solución a tu problema está a tu alcance, pero lo que estás haciendo actualmente no está funcionando y necesitas cambiar tu enfoque para lograr tu objetivo.
Irritarnos, ponernos malhumorados, ansiosos, nerviosos, apáticos o crearnos sentimientos de inadecuación no nos va a ayudar para nada, al contrario, todos estos síntomas tanto físicos como emocionales afectarán nuestra salud y bienestar.
En la Biblia dice: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia», Isaías 41:10. Eso quiere decir que no debemos temer, ya que Dios está con nosotros en todo momento. Él nos fortalece, nos ayuda y nos sostiene con su justicia, dándonos la seguridad y confianza necesarias para enfrentar cualquier situación.
Siempre nos encontraremos ante situaciones que nos provocarán frustración. Por lo tanto, nuestro objetivo no será eliminarlas de nuestra vida, sino evitar que nos lleven a abandonar nuestros proyectos y aprender a convertirlas en fuente de aprendizaje.
¿QUÉ HACER?
1. Practica la aceptación: acepta que no todo está bajo tu control y que es normal sentir frustración en ciertas situaciones.
2. Desarrolla la resiliencia: aprende a adaptarte a los cambios y a ver los obstáculos como oportunidades de crecimiento.
3. Cultiva la paciencia: aprende a esperar y a tolerar la incertidumbre sin perder la calma.
4. Replantea la meta nuevamente: ¿seguro que era realista?, ¿iba acorde con nuestras aptitudes y conocimientos o te exigiste demasiado? Es importante encontrar la verdad auténtica de la situación y, a partir de ella, analizar qué es lo que ha sucedido.
5. Recuerda que todos nos equivocamos, todos fracasamos, pero no pasa absolutamente nada. Podemos volver a intentarlo. 6. No olvides que el fracaso es un embustero con un mordaz sentido de la ironía y la malicia, que se deleita en hacernos tropezar cuando el éxito está casi a nuestro alcance.
La frustración no tiene por qué dominar nuestra vida. Con práctica, paciencia y apoyo, podemos aprender a enfrentarla de manera saludable y constructiva.
¡Tú tienes el poder de transformar la frustración en una oportunidad para crecer y fortalecerte! El camino comienza contigo.